Hoy es el Día de África.
Seguramente haya sido simple coincidencia el hecho de que este año caiga en lunes (día en que tú y yo tenemos nuestra cita virtual), pero permíteme que lo tome como una especie de señal, una excusa para que te hable de cómo hoy hace 12 años, 7 meses y unos pocos días que pisé por primera vez el continente negro... el que me cambió la vida.
A mis 23 años tenía mucha hambre de mundo.
La idea de lanzarme a una gran aventura llevaba tiempo incubando en mi cabeza, incluso sin que yo lo supiera.
Por eso, cuando terminé mi carrera y llegaron las primeras vacaciones del que era también mi primer empleo, supe que había llegado el momento.
Por fin se daban las condiciones perfectas: tenía tiempo libre y algo de dinero ahorrado, ya no había "peros" más allá de mis propios miedos... y yo nunca he dejado que ellos decidan por mí.
Durante semanas busqué proyectos en los que colaborar y así fue cómo me tropecé con una pequeña escuela en una aldea remota que además acogía a niños huérfanos.
Me gustó, en seguida supe que era para mí y les envié una solicitud para trabajar como voluntaria en aquel precioso proyecto.
Recuerdo el día que recibí su respuesta.
Me confirmaban que me habían aceptado y me recibirían encantados.
Lo primero entonces fue buscar exactamente dónde se encontraba Ghana, porque no era capaz de situar aquel país en el mapa, y lo hice con los dedos temblando de emoción.
En aquel momento no tenía ni idea de que aquello sería el principio de todo.
Y también el fin.
Porque la Bianca que se subió a aquel avión rumbo a lo desconocido (acompañada por sus miedos, porque que no les permitiera decidir no significa que no se empeñaran en acompañarla), ya nunca regresó.
Aquella Bianca se perdió por algún lugar del camino, no sabría decir exactamente dónde, pero lo que es seguro es que nunca regresó.
Fue otra persona quién lo hizo en su lugar.
Alguien con el mismo aspecto, el mismo nombre, incluso la misma ropa... pero con una sonrisa distinta.
África me transformó.
Lo hizo por las bravas, sin delicadeza ni pedir permiso.
Viajé sin saber lo que me iba a encontrar... y ocurrió que me encontré a mí.
Y ese es el mayor regalo que nadie nunca me vaya a hacer.
Por eso África siempre será mi segundo hogar.
El que me vio (re)nacer.
Y yo hoy celebro su día sabiendo que aún pasará mucho tiempo hasta que pueda volver a pisar esa tierra roja con olor a humo, pero tampoco tengo prisa.
Sé que cuando por fin lo haga, ella me recibirá con el mismo cariño de la primera vez... y yo me sentiré como si nunca me hubiera marchado.